La ruidosa y movida noche riocuartense da que hablar. Ahora en los medios, pero desde hace mucho tiempo es el comentario obligado de cada familia que tiene hijos adolescentes y preadolescentes que atrapados en la sociedad de consumo empiezan cada vez más pronto a adentrarse en los lugares públicos de esparcimiento nocturno. El negocio es el negocio y fogoneado desde las pautas publicitarias, de la mano de los promotores y al estilo que se emplean en otros centros del país, los niños que empiezan a transitar la otrora “edad del pavo” son llevados como tales a los centros de diversión.
Tienen un modelo diseñado para que consuman modas, discriminen sin compasión, se aturdan hasta dañar irreversiblemente sus tímpanos, y comiencen lenta pero inexorablemente el consumo de sustancias adictivas de las cuales la más común es aquella que se usó para embaucar y someter a los pueblos especialmente los del Nuevo Mundo: el alcohol.
El desprecio que generaba ver a un joven “borracho” como decíamos en otras épocas, hoy es un signo de común denominador por haber estado de fiesta, y así los recién llegados a las salidas nocturnas comienzan a familiarizarse con las bebidas de moda, bajo el camino de iniciación que se da de la mano de la cerveza.
El rigor con que se controlaba las amistades de los hijos, los lugares adonde se divertían, los horarios y frecuencias de salidas de parte de los padres, ha dado paso a un dejar hacer que es notable y con consecuencias por lo menos preocupantes.
Los hábitos determinaron así que se pasara de lograr libertades necesarias a un libertinaje que nos duele ver, porque las osadías de estos chicos se paga con el más preciado de los bienes que tienen, que es su salud.
De la trampa de las adicciones no se sale fácilmente y si queremos tener expresiones elocuentes al respecto podemos citar al Martín Fierro cuando dice que… “ningún vicio termina donde comienza”.
Los adultos a cargo del manejo del negocio de la noche, de acuerdo con las autoridades y trabajando responsablemente han logrado un código para controlar la movida nocturna, que fue conocido el 9 de este mes. Pero fue tan solo entrar en vigencia para que a las 48 horas se desencadenara un escándalo de proporciones a raíz de que la violación de lo reglamentado procediera de la realización de una fiesta privada, con la participación de menores y consumo de alcohol en donde se da una confusa situación al frente de la cual queda sospechado nada menos que el Presidente de Bomberos, Ignacio Puelles.
La situación es patética porque evidencia la complicidad de los más diversos actores sociales en este proceso complejo, que determina nada menos que conductas que afectan la calidad de vida de nuestras futuras generaciones, poniendo en riesgo su integridad física.
Así vemos la irresponsabilidad de quienes desde las esferas del poder permiten que nos inunden con pautas publicitarias para idiotizar gente y adormecerla con los otrora “espejitos de colores” que promocionan, y también las actitudes poco comprometidas de padres, que en no pocas ocasiones pretenden ser más adolescentes que sus hijos dejando de cumplir su rol de tales. Al final la mejor tajada es para el que lucra y hace negocios que dejan márgenes espléndidos a las siempre poderosas firmas dueñas de las marcas que se imponen y de los que incentivan desde los lugares de diversión las conductas de riesgo en aquellos que acaban de dejar la infancia.
En esta situación es para reflexionar si los límites establecidos por el nuevo código local no merecen el respeto de los adultos para que actúen responsablemente… que les podemos pedir a los pibes.
CIUDADANOS AUTOCONVOCADOS DE RIO CUARTO