Con esto de que a Cristina se le dio por respetar la veda política, surgieron un montón de preguntas. Primero, a cuánto ascenderá la tasa de suicidios por embole de los periodistas de política en Noruega. Segundo, cómo estará ocupando su tiempo libre la Presi por estos días, si normalmente sale de la Quinta de Olivos para hablar y justificar el sueldo. Tercero, qué mierda hacen por sus vidas los actores kirchneristas si se pasan los fines de semanas metiendo miedo a los votantes por la calle.
La campaña del miedo llegó a tal punto que la Federación de Estudiantes de Jardines Maternales emitieron un comunicado en el cuál la condenaban por infantil. En Francia los fanáticos salieron de cacería y acá Dante Palma demostró que le gusta que le hagan bullying y pidió que ningún fiscal aproveche los muertos de Francia para inventar una denuncia. Desde acá pedimos, humildemente, que si existiera esa hipótesis, no solucionen el asunto con un corchazo en la cabeza del denunciante. Por último, varios tarados encontraron la vuelta lisérgica para vincular un eventual triunfo de Macri con un alineamiento con las potencias occidentales, lo que nos colocaría en el lugar de blanco del terrorismo. O sea, no sólo reconocen que nos quedamos fuera del mundo sino que, además de pretender que sigamos viéndola de afuera, ni siquiera nos solidaricemos al menos por la empatía de haber padecido dos atentados terroristas internacionales.
Luego de un fin de semana en el que volvimos a ver la cofradía de los biempensantes tristes justificar la brutalidad sucedida en París, y mientras pensaba si no sería una buena idea enviarlos a predicar sus ideas progresistas occidentales a las calles de Raqqa para ver cómo les va, me topé con el debate.
Macri, con la cancha de estar presentándose en su octavo debate en once años, llegó como quien juega de local. Scioli, con la cancha de no haber defendido ni sus ganas de ser Jefe de Gobierno en 2007 en vez ir por la gobernación de una provincia de la que sólo conocía Mar del Plata, era el visitante que no tuvo tiempo ni de reconocer el terreno.
Como si se tratara del número “La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa” de Les Luthiers, a Scioli se le mezcló el orden de las respuestas. Eso o los turros de los periodistas le cambiaron el orden. No embocaba una ni por asomo. Le preguntaban por inseguridad, le prometía a los científicos que a ellos no les iba a pasar nada. No sé si quería decirnos que estudiemos para que no practiquen distribución de la riqueza por mano propia en la calle, o tan sólo apuntó a ese enorme 0,002% del padrón electoral que dice que si gana Macri el año que viene tendrán que salir a lavar los platos, cuando el presupuesto 2016 ya fue aprobado.
Llorón como nunca, contó que él no quiere volver a las políticas nefastas de aquellos años en los que su familia tuvo que cerrar la “PyME” luego de que a Daniel se le ocurriera
ayudarlo. Por un lado, llamar “PyME” a una cadena de venta e importación de electrodomésticos suena a exagerado. Es como que venga Lázaro Báez a decirnos que sólo tiene un lavadero. Por el otro, qué falta de respeto, qué atropello a la razón. ¿Cómo va a hablar así del mismo Turco que lo usó para limpiar al PJ porteño? Mientras Icardi, desde Italia, puteaba por la falta de códigos de Scioli, el Dani siguió con su prédica de gran orador y criticó a Macri por “debatir con el gobierno que se va”, como si esa no fuera la idea.
Es curioso cómo se desmarca Scioli. Primero dijo que con él empezaba un gobierno nuevo y nos recordó al Arsat. Después, dijo que con él empezaba un gobierno nuevo y defendió a Berni. Por último, dijo que con él empezaba un gobierno nuevo y se dedicó a enumerar supuestos logros pretéritos ni aunque Karina le prometa que dejará de llorar en cámara. El Dani llegó a proponer en materia educativa “la enseñanza desde la concepción”. Se ve que alguien le pidió que vea la forma de expandir derechos y tiró eso, a ver si los cigotos y los fetos se ponen las pilas para resolver logaritmos antes del octavo mes de gestación.
Mientras Marcelo Bonelli disfrutaba de interrumpir al gobernador bonaerense cada vez que se excedía en el tiempo a tal punto que, si lo mirábamos con detenimiento, parecía que se iba en seco, Macri aprovechaba que el Dani estaba sudando más que Máximo en entrevista laboral, para esquivar alguna que otra respuesta sin que se note demasiado. O sea: todavía estábamos tratando de resistir el ACV que casi nos provoca que Scioli destacara su programa de seguridad bonaerense que no tuvimos tiempo de darnos cuenta que Macri se hizo el boludo con sus propuestas concretas.
A mí me hubiera gustado un poco más de sangre. Qué se yo. Si a mí Daniel me tira que me opuse al matrimonio igualitario mientras me nombra al Papa Francisco por costumbre, le habría recordado que el que dijo “matrimonio es hombre-mujer” fue el gobernador bonaerense y que el Jefe de Gobierno porteño se comió una puteada pública del ahora Francisco, entonces Bergoglio, por no haber apelado la declaración de constitucionalidad del matrimonio homosexual en la Ciudad. Entiendo que la idea de Macri es no confrontar, pero si ya le había mojado la oreja con que Dani no fue al primer debate, o que parecía un panelista de 678, no le costaba nada tirarle con algún que otro detalle, como los 10 mil monos que le tomaron los terrenos de Merlo, los muertos de La Plata, las mil villas del conurbano, cómo se hizo el boludo con el campo durante el conflicto por la 125, el médico privado que lo acompaña hasta cuando se va de vacaciones, Luciano Arruga, o las atenciones médicas en Francia que superan hasta la obsesión de los Kirchner por el hospital Austral y el sanatorio Otamendi.
Scioli todavía no se enteró que el debate terminó y sigue hablando en los mismos términos. Pide que cuidemos a los científicos, con presupuesto aprobado, pide por la ficción pública, con el presupuesto también aprobado –y ampliado un 330% para el año que viene–, y amenaza que Macri “viene por la petrolera estatal”, esa que firma acuerdos privados con Chevron (que no queda precisamente en Cuba) y que Daniel celebró como parte de “la nueva Argentina” cuando pasó a manos de Repsol. ¿A quién le importa la “soberanía hidrocarburífera” en esta campaña? ¿A quién le importan la soberanía satélital? Sigue con el delirio nacionalista cuando acá no se discute nacionalismo sino forma de vida. Parece mentira, pero son los mismos que durante años se cagaron en la corrupción gracias a la escala de urgencias de primer grados de la preocupación del votante. O sea: si a un fulano le preguntan cuáles son sus primeras tres preocupaciones, en los últimos años siempre fueron la inseguridad, la inflación y el trabajo, variando sólo los órdenes. La corrupción no medía porque no era la urgencia del día a día. ¿En qué cabeza entra que vamos a tener un lugar en la trilogía de urgencias para meter una petrolera privada o dos satélites?
Por desgracia para Scioli, el kirchnerismo insiste en ayudarlo. Daniel cuestiona el ajuste de los subsidios y aparece su asesor económico, Miguel Bein, a decir que “es necesario una sintonía fina” con ese asunto. Lindo eufemismo, el mismo que utilizó Julio De Vido para eliminar los subsidios a buena parte de los que lo cobraban hace un par de años. Al día siguiente del debate salió una solicitada pidiendo que votemos por Scioli para que no vengan por nuestros puestos de trabajo. La firmaban los ministros de Cristina, los gobernadores, algunos diputados, varios intendentes, y un puñado de actores. Es curioso cómo los que más miedo tienen a perder su trabajo son los que tienen trabajo en el Gobierno o con el Gobierno. El único que no firmó la solicitada fue Randazzo. No tenía tinta. Ni ganas. Y cuando pensábamos que Floppy no ayudó, llegó Kicillof a fortalecer la campaña “Un sol para el niño Daniel” que había iniciado cuando intentó captar el voto del massismo tildando de “forro” a Massa (no me quiero imaginar cómo se habrá levantado a la madre de sus hijos) y se sacó una foto con Christine Lagarde diez horas después de que Scioli puteara al FMI en medio del debate. Por si fuera poco, a la mañana siguiente del debate en el que Scioli le reprochó a Macri no haber solucionado el tema de los trapitos, el Frente para la Victoria volteó una ley para regularlos.
Entiendo que Scioli le pidió a Cristina que no se meta en su campaña, pero no vendría nada mal un poco de piedad. Más ahora que no cuenta con el dinero para cubrir la fiscalización de toda la provincia de Buenos Aires. Daniel, al verse obligado a rendir cuentas en diciembre en el traspaso de mando, no tiene forma de destinar recursos al pago de fiscales, que con la bronca acumulada que tienen de las últimas elecciones, subieron el precio. Podría ponerla de su bolsillo, pero hablamos del tipo que está acostumbrado a gastar sólo de la que no es propia y hace que los bonaerenses le paguen hasta el avión privado que utiliza para irse a Miami. Cristina, por su parte, le tiene tanta a Fe a Daniel que está pasando a planta permanente hasta los caballos de los granaderos. Maternal como siempre, sabe que tiene que garantizarle la subsistencia a esos que no pudieron aprender a ganarse el mango honestamente en la calle por haber tenido que dedicar los últimos años de su vida oficiar de militantes.
Afortunadamente, el todavía gobernador de la provincia conserva la iniciativa. Ante la toma de los terrenos de Merlo, propone una salida pacífica. Manda al inútil todo servicio del Secretario de Tierras que, delante de todas las camaras, afirma que los tipos ya ganaron, que expropiarán los terrenos y urbanizarán la villa si gana Scioli la presidencia, a pesar de que la provincia todavía está a su mando. ¿Propiedad privada? Una calle que queda en la misma ciudad mítica que la meritocracia y que el sentido común. Podría haber utilizado el censo de 2010 para cotejar dónde vivían antes los usurpadores, ver qué les pasó y el que no pueda cerrar los números, imputarlo por estafa además de la evidente usurpación. Pero viendo cómo manejan las estadísticas, al censo lo hicieron para joder, no más.
Que la economía no está congelada, que promete medidas para reactivarla, que no hay pobreza ni inflación, pero que hay que bajarla y blanquear las estadísticas, que no hubo devaluación “en los salarios” a pesar de que el poder adquisitivo de los laburantes decreció a la mitad en poco más de dos años, y que no hay dólares por culpa de las promesas de Macri y no porque en el Banco Central hay más empleados que billetes. Está claro que el futuro exgobernador bonaerense tiene menos consistencia intelectual que pelo. Y eso que juró haberse preparado toda la vida para ser presidente. Debe haber estudiado en la UADE.
Más allá de que está claro que piensan que tenemos anulada la memoria a largo plazo –algo entendible viendo las cosas que repiten los oficialistas– pero no deja de sorprenderme que puedan repetir que la contra quiere “volver a los noventas para devaluar y dejar el dólar libre”. En los noventas no hubo devaluación y el dólar tenía tanta libertad que su cotización estaba atada con alambre de púas por una ley nacional. A la clase media no le podes prometer la conservación de los subsidios, cuando es una preocupación de un sector de un distrito. Los pobres que recurren a la garrafa social, si la consiguen, pagan un 3500% más de lo que paga el porteño subsidiado por el mismo consumo de gas. El análisis es más largo y lo pueden buscar en uno de los capítulos de mi libro, pero el punto es que no se puede asustar a la gente con cosas que ya no tiene. Al consumidor no le podés prometer la conservación del plan Ahora 12. Es la misma gente que hasta hace unos poquísimos años podía sacar un electrodoméstico en 50 cuotas.
El drama no es Macri. El drama es el tipo que los oficialistas están defendiendo en nombre de una ideología que nunca profesaron hasta que se sumaron al elenco de estables de la Rosada o sucursales. Y la carrera política de Macri se la debemos, en buena medida, al propio kirchnerismo, que en 2007 sacó a Scioli de la carrera por la Ciudad, le quitó el apoyo a Jorge Telerman y terminó impulsando a Daniel Filmus. Y lo hicieron una y otra vez hasta que Filmus pidió piedad. Ahora, a Macri le pusieron en frente el tipo con menos gestión y calle que tenían disponible. Y eso que en el kirchnerismo hay stock. Porque convengamos que Macri ni siquiera es un buen orador, y sin embargo lo terminó delirando con chicanas y chistes.
El principal problema de Scioli es que, en su forma de comportarse, es más kirchnerista de lo que parece. El cree en Dios de la misma manera que el kirchnerista promedio cree en el modelo: un ser superior del que no tienen pruebas de su existencia, pero al que tienen que agradecerle todo lo que tienen sin darse cuenta que de algún lado sale y el dinero no aparece por generación espontánea. Scioli, que te mete al Papa Francisco hasta para hablar de cloacas, utiliza la creencia y la fe como sinónimos de nada en concreto, nada palpable, la nada misma. Creer en Dios y en lo que debería estar pasando, aunque no pase.
El problema de esta forma de ejercer la política es que, por un lado resulta muy cómodo, pero por el otro, todos los que preguntamos dónde están los logros, quedamos como multitudinarios clones de Santo Tomás Apostol.
Martedi. El problema no es Macri. El problema es que no hay nada que puedan criticarle que no hayan hecho antes, durante o prometido hacer después.
Por Nicolás Lucca
Fuente:Perfil
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