Norma, hija de la riocuartense víctima del último golpe de Estado,
explicó que junto a Hijos avanzan en el expediente para denunciar al
represor cordobés. Recordó cómo fue la noche del secuestro de su madre.
Uno de los tres casos de víctimas riocuartenses de la última
dictadura militar, el de Gladys Comba, contaría con importantes avances
para que comience a ser investigado. Así lo indicó Norma, su hija, que
junto con la agrupación Hijos Río Cuarto trabajan en un expediente para
denunciar a Miguel Ángel “Gato” Gómez como principal responsable de su
muerte.
De los otros dos casos, Ernesto Silber y Gabriel Braunstein, sólo el de éste último había contado con avances en la querella que presentó el Municipio a través de su Comisión Municipal de la Memoria. Ahora, el caso de Comba empieza a trabajarse.
“Es una tarea que realizamos junto a Hijos Río Cuarto desde hace mucho tiempo, que nos han acompañado mucho”, explicó a PUNTAL Norma Comba, hija de Gladys, y agregó: “Por ahora estamos buscando nuevos elementos para avanzar en la causa, por lo que calculo que se nos irá este año y esperamos una elevación a juicio para el 2016”.
- ¿Hacia quién está dirigida la investigación?
- Se apunta a Miguel Ángel Gómez, con todo lo que conllevaba su nombre, porque no actuaba solo sino que con su patota. Quiero que se haga justicia, no sólo por mi madre sino por todo lo que sucedió en Río Cuarto, porque no solamente ella fue secuestrada y asesinada.
Norma indicó que cuando se reúnan todos los elementos necesarios para la denuncia, lo que les llevará su tiempo, realizarán la presentación ante la Justicia.
- ¿Consideran que ya se juntaron elementos suficientes como para apuntar a Gómez por la causa, más allá de los testimonios que siempre lo vincularon al hecho?
- Sí, elementos tenemos, por una cuestión de seguridad no los mencionamos, pero sí estamos en condiciones de hacerlo. Todo se encamina para que salga pronto el juicio y se haga justicia. En Río Cuarto los chicos de Hijos siguen el mismo camino y esperamos que todo salga bien.
El recuerdo de su madre
- ¿Cómo recuerda los días previos al secuestro de Gladys?
- A partir del secuestro de mi hermano Sergio, que se hizo en Córdoba en 1975, mi mamá comenzó a buscarlo y empezó a “molestar”. El “Gato” Gómez y su patota se trasladaban desde la D2 a todos los rincones de Córdoba y nosotros sufrimos muchos allanamientos de parte de la Policía de la Provincia, que era comandada por Gómez, pero también por parte del Ejército y la Policía Federal. A mamá se la llevaron en varias oportunidades y la torturaron mucho. Ella la pasó muy mal.
Norma señaló que ella también tuvo detenciones, pero que fueron más cortas, dentro de la Policía de la Provincia. “En febrero del ‘78 se la llevaron y terminó torturada, asesinada, tirada quemada camino al cementerio de Gigena. Yo vivía con ella y estaba en la noche en la que se la llevaron”, recordó con pesar.
- ¿Cómo fue el operativo de su secuestro? ¿Similar a los otros que sufieron?
- Sí, una entrada violenta, como estaban acostumbrados a hacer cuando se llevaban a alguien. En los allanamientos anteriores también habían actuado de manera violenta, pero los habían hecho de día. Éste se llevó a cabo sabiendo lo que querían hacer, dirigido a mamá, ellos conocían la casa perfectamente. Demoraron sólo algunos minutos y se la llevaron. Era un comando que sabía a quién se querían llevar en ese momento. Nos maniataron a las dos, pero decidieron llevársela a ella y a mí dejarme.
Cuando declaró ante el Tribunal en el marco de la megacausa de La Perla, Norma había dicho: “Nunca me voy a olvidar del gemido de mamá cuando se la llevaban, como de no saber qué me estaba pasando a mí”.
Señala que en aquel momento tenía 18 años de edad y que resultó muy duro para ella vivir la experiencia de estar junto a su madre en el momento en el que se la llevaban de la vivienda, en pleno centro, sobre Rivadavia al 100. Todo fue peor después, cuando tuvo que ir a reconocer el cuerpo de Gladys: “Fue terrible”, asegura.
“La circunstancia en la que se dio el caso de mi mamá fue muy dura, por saber lo que tuvo que sufrir”, señala Norma, y explica que “ella tenía todas las señales de haber sido torturada, tenía un alambre en el cuello, le faltaban dientes, un brazo quebrado y todo el cuerpo quemado. Ella era muy joven, tenía 43 años cuando la mataron”.
- ¿Cómo la reconocieron?
- No la pudimos reconocer. Estaba totalmente calcinada. Con los años, ya llegada la democracia, hicimos las gestiones para tratar de recuperar el cuerpo. Al ponermos a pensar en frío asegurábamos que era mi mamá, pero los avances de la ciencia que teníamos en ese entonces no eran los de hoy. Antropología Forense de Córdoba hizo lo imposible para llegar al cementerio de Río Cuarto, lo logramos y llegamos a la fosa donde supuestamente estaba su cuerpo, pero ya no había más nada. Sin embargo, hicimos el camino que había que hacer.
Avance de la Justicia
“Quiero que se comprenda que los pactos de silencio que llevan adelante los genocidas, de no decir dónde estan los cuerpos de los desaparecidos, van contra algo tan importante para nosotros como lo es recuperar los huesos de nuestros familiares”, sostiene la hija de la riocuartense asesinada durante la dictadura y hermana de uno de los desaparecidos de nuestra ciudad. Aseguró: “Juntar un hueso es acunarlo, es la sensación de tener de vuelta a alguien del que nunca más supiste. Poder tenerlo en un cementerio, por ejemplo, sirve para recordarlo, llevarle una flor, saber que está allí”.
- ¿Qué respuesta les daban al momento de preguntar por el hecho de Gladys, días después de su muerte?
- Yo tuve que ir a deja asentada la denuncia, lo que hice en la madrugada del 23 de febrero; me recibió la Policía de la Provincia y me miraban como descreyendo que fuera a hacer la presentación. Estuvieron 5 minutos riéndose detrás de la pared en la habitación en la que estaba yo. Después me hicieron esperar 45 minutos y recién allí me tomaron la declaración. Después me estuvieron siguiendo durante unos días, tratando de desviar la investigación.
- ¿Se quedó viviendo en Río Cuarto?
- Sí, por unos días, y después me trasladé a Berrotarán, a la casa de una tía que era como una madre, para luego mudarme a Córdoba, donde comencé una nueva vida.
- ¿Cómo recuerda a su madre?
- Era una madre de todos los chicos. Cuando comenzó mi hermano a militar en el PRT era chico, yo tenía 16 y ellos habrán tenido entre 18 y 20 años, eran muy jóvenes. El secuestro de Sergio la afectó mucho, ella tenía leucemia y sufrió mucho. Fue una luchadora increíble, una gran mujer que siempre pensaba en su hijo, si Sergio estaba vivo, si estaba pasando frío, cómo lo estaban tratando.
De los otros dos casos, Ernesto Silber y Gabriel Braunstein, sólo el de éste último había contado con avances en la querella que presentó el Municipio a través de su Comisión Municipal de la Memoria. Ahora, el caso de Comba empieza a trabajarse.
“Es una tarea que realizamos junto a Hijos Río Cuarto desde hace mucho tiempo, que nos han acompañado mucho”, explicó a PUNTAL Norma Comba, hija de Gladys, y agregó: “Por ahora estamos buscando nuevos elementos para avanzar en la causa, por lo que calculo que se nos irá este año y esperamos una elevación a juicio para el 2016”.
- ¿Hacia quién está dirigida la investigación?
- Se apunta a Miguel Ángel Gómez, con todo lo que conllevaba su nombre, porque no actuaba solo sino que con su patota. Quiero que se haga justicia, no sólo por mi madre sino por todo lo que sucedió en Río Cuarto, porque no solamente ella fue secuestrada y asesinada.
Norma indicó que cuando se reúnan todos los elementos necesarios para la denuncia, lo que les llevará su tiempo, realizarán la presentación ante la Justicia.
- ¿Consideran que ya se juntaron elementos suficientes como para apuntar a Gómez por la causa, más allá de los testimonios que siempre lo vincularon al hecho?
- Sí, elementos tenemos, por una cuestión de seguridad no los mencionamos, pero sí estamos en condiciones de hacerlo. Todo se encamina para que salga pronto el juicio y se haga justicia. En Río Cuarto los chicos de Hijos siguen el mismo camino y esperamos que todo salga bien.
El recuerdo de su madre
- ¿Cómo recuerda los días previos al secuestro de Gladys?
- A partir del secuestro de mi hermano Sergio, que se hizo en Córdoba en 1975, mi mamá comenzó a buscarlo y empezó a “molestar”. El “Gato” Gómez y su patota se trasladaban desde la D2 a todos los rincones de Córdoba y nosotros sufrimos muchos allanamientos de parte de la Policía de la Provincia, que era comandada por Gómez, pero también por parte del Ejército y la Policía Federal. A mamá se la llevaron en varias oportunidades y la torturaron mucho. Ella la pasó muy mal.
Norma señaló que ella también tuvo detenciones, pero que fueron más cortas, dentro de la Policía de la Provincia. “En febrero del ‘78 se la llevaron y terminó torturada, asesinada, tirada quemada camino al cementerio de Gigena. Yo vivía con ella y estaba en la noche en la que se la llevaron”, recordó con pesar.
- ¿Cómo fue el operativo de su secuestro? ¿Similar a los otros que sufieron?
- Sí, una entrada violenta, como estaban acostumbrados a hacer cuando se llevaban a alguien. En los allanamientos anteriores también habían actuado de manera violenta, pero los habían hecho de día. Éste se llevó a cabo sabiendo lo que querían hacer, dirigido a mamá, ellos conocían la casa perfectamente. Demoraron sólo algunos minutos y se la llevaron. Era un comando que sabía a quién se querían llevar en ese momento. Nos maniataron a las dos, pero decidieron llevársela a ella y a mí dejarme.
Cuando declaró ante el Tribunal en el marco de la megacausa de La Perla, Norma había dicho: “Nunca me voy a olvidar del gemido de mamá cuando se la llevaban, como de no saber qué me estaba pasando a mí”.
Señala que en aquel momento tenía 18 años de edad y que resultó muy duro para ella vivir la experiencia de estar junto a su madre en el momento en el que se la llevaban de la vivienda, en pleno centro, sobre Rivadavia al 100. Todo fue peor después, cuando tuvo que ir a reconocer el cuerpo de Gladys: “Fue terrible”, asegura.
“La circunstancia en la que se dio el caso de mi mamá fue muy dura, por saber lo que tuvo que sufrir”, señala Norma, y explica que “ella tenía todas las señales de haber sido torturada, tenía un alambre en el cuello, le faltaban dientes, un brazo quebrado y todo el cuerpo quemado. Ella era muy joven, tenía 43 años cuando la mataron”.
- ¿Cómo la reconocieron?
- No la pudimos reconocer. Estaba totalmente calcinada. Con los años, ya llegada la democracia, hicimos las gestiones para tratar de recuperar el cuerpo. Al ponermos a pensar en frío asegurábamos que era mi mamá, pero los avances de la ciencia que teníamos en ese entonces no eran los de hoy. Antropología Forense de Córdoba hizo lo imposible para llegar al cementerio de Río Cuarto, lo logramos y llegamos a la fosa donde supuestamente estaba su cuerpo, pero ya no había más nada. Sin embargo, hicimos el camino que había que hacer.
Avance de la Justicia
“Quiero que se comprenda que los pactos de silencio que llevan adelante los genocidas, de no decir dónde estan los cuerpos de los desaparecidos, van contra algo tan importante para nosotros como lo es recuperar los huesos de nuestros familiares”, sostiene la hija de la riocuartense asesinada durante la dictadura y hermana de uno de los desaparecidos de nuestra ciudad. Aseguró: “Juntar un hueso es acunarlo, es la sensación de tener de vuelta a alguien del que nunca más supiste. Poder tenerlo en un cementerio, por ejemplo, sirve para recordarlo, llevarle una flor, saber que está allí”.
- ¿Qué respuesta les daban al momento de preguntar por el hecho de Gladys, días después de su muerte?
- Yo tuve que ir a deja asentada la denuncia, lo que hice en la madrugada del 23 de febrero; me recibió la Policía de la Provincia y me miraban como descreyendo que fuera a hacer la presentación. Estuvieron 5 minutos riéndose detrás de la pared en la habitación en la que estaba yo. Después me hicieron esperar 45 minutos y recién allí me tomaron la declaración. Después me estuvieron siguiendo durante unos días, tratando de desviar la investigación.
- ¿Se quedó viviendo en Río Cuarto?
- Sí, por unos días, y después me trasladé a Berrotarán, a la casa de una tía que era como una madre, para luego mudarme a Córdoba, donde comencé una nueva vida.
- ¿Cómo recuerda a su madre?
- Era una madre de todos los chicos. Cuando comenzó mi hermano a militar en el PRT era chico, yo tenía 16 y ellos habrán tenido entre 18 y 20 años, eran muy jóvenes. El secuestro de Sergio la afectó mucho, ella tenía leucemia y sufrió mucho. Fue una luchadora increíble, una gran mujer que siempre pensaba en su hijo, si Sergio estaba vivo, si estaba pasando frío, cómo lo estaban tratando.
Luis Schlossberg
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